jueves, 8 de febrero de 2018

Pequeños murmullos


Hace un mes, Murmullos de Tinta comenzó una andadura paralela y breve en Twitter: @murmullosdtinta

Esta es una recopilación de algunos de sus pequeños murmullos



CARDIOGRAMA

Me pidieron que dibujara lo más intenso que me saliera del corazón y dibujé el tuyo.

CEREALES

Cada vez que se retractaba sentía cómo se le caían los principios al suelo y se empapaban de la lluvia, como si fueran cereales reblandecidos flotando en leche.

CIEN QUILATES

De tu casa salían sin cesar lingotes y lingotes de mentiras. Decían que eras rico en embustes, que tu fortuna se cimentaba sobre engaños, colocados uno a uno como pesados ladrillos, auténticos bulos inamovibles de unos cien quilates.

EL PRIMER BESO

Cuando nos dimos el filete por primera vez yo aún era vegetariano en amores. Mis labios no estaban preparados para la carne y aquello me cambió la dieta para siempre: efectivamente, tu beso fue tan pésimo que ahora soy vegano.


EMPLASTE
Y después de cada discusión venías con palabras blancas a limpiar tus insultos negros de las paredes de mis tímpanos. Masajeabas mis oídos con tu cálida voz para ocultar tus errores, como quien tapa las grietas de los muros con emplaste.

LA COLADA

Cansado de titubeos, ayer tendí los peros al sol y puse a secar mi incertidumbre. Te vi allí, en el jardín de enfrente tendiendo tus inseguridades. Y al no quedarnos ni a ti ni a mí ninguna duda limpia, decidimos acercarnos a charlar. 

NIEVE

Y caían lentas sobre mí tus blancas cadenas aislándome sigilosamente del mundo, cubriendo mi realidad, ahogándome con su manto. Una estampa idílica en las fotos pero cortante entre las manos. Necesitaba derretirla, huir. Salir de tu nieve.

PRESTACIONES

Me adorabas por mi aspecto impecable, por mi fiabilidad y porque según tú me dejaba manejar con comodidad. En cambio tú a mí me dabas asco, básicamente por compararme con las prestaciones de tu puto coche.

RASTAFARI

Me conquistó porque yo tenía los pensamientos tan enmarañados como su pelo.

REEENCARNACIÓN

Se murieron mis ganas de seguirte a cada instante, de pedirte explicaciones, de perder mi libertad, de limitar la tuya. Se murió de agotamiento nuestro nosotros y de sus cenizas renació mi mejor yo.

SANATORIO

Los locos se pusieron la mascarilla cuando entró el cuerdo.

SILENCIO

Cuéntamelo todo con la mirada y dale historias de tinta a esta pluma sedienta. Deja que tus secretos se estampen contra mi folio en blanco. Háblame sin hablar, conquístame con la nada. Salpícame con tu silencio.

TEORÍA DEL RECHAZO

Sin saber de filosofía, te pido que me Descartes.

TUS COLLARES

Y son tantos los momentos de perlas que me diste y que llevo colgando en la memoria que si tuviera que arrancármerlos, si tuviera que olvidarte, me sentiría completamente desnudo.

sábado, 13 de enero de 2018

Apagón de medianoche

Se va la luz cuando suena el piano.

Tocan las manos una música salvaje de cuerpos en almíbar.

Resuenan dos corazones como péndulos contra el aire, marcando las horas ahí donde ya no corre el tiempo.

En ese intervalo obtuso entre ayer y mañana  cuando un reloj no sabe si volver a cero o marcar veinticuatro, nace la canción de dos almas rotas que conocen la magia en la partitura viscoelástica de un hotel de periferia.

Y a pesar de la escasez de oído y destreza en el arte de tocar las teclas, los atrevidos protagonistas consiguen ofrecer un concierto diferente, de esos que hacen sacarle brillo a una noche cualquiera.

lunes, 25 de diciembre de 2017

A didática do desamor

A escola ensina a diferença entre pentear e despentear, abotoar e desabotoar, cobrir e descobrir, contar e descontar. Mas os límites entre amar e desamar, aqueles não aparecem nos livros.

E é mesmo difícil começar esse caminho sem saber quanto tempo poderia demorar e além de mais sem sinais de orientação para um coração ainda preso que, mesmo se têm vontade de sair, não está preparado para gerir sozinho a nova caída livre que supõe abrir o cadeado.

A escola ensina as diferenças entre perto e longe, entre frio e quente, entre ontem e hoje. Mas o amor gosta de jogar a borrar os limites da percepção humana e de nos impedir de compreender que o feito de sentir ainda perto a quem está longe não significa que essa pessoa, além da nossa cabeça, aquecerá hoje os nossos lençóis.

Embora os livros da escola não falem desses temas, nós que somos estudantes da vida sabemos que o caminho do desamor começa na luta pessoal pela recuperação da realidade perdida, pela saída dum bucle criado na nossa cabeça, duma função pensada para dois atores que deixa de ter sentido quando o primeiro deles decide ir embora.

Evidentemente o desamor não é bonito, mas é necessário se entendemos o processo. Sabemos que depois da função, os atores têm que trabalhar a parte menos entretida: recuperar os adereços e despachar aquilo para poder interpretar novas funções noutros lados. Nesse sentido, o nosso coração também não é automático e demora mesmo tempo em costurar as feridas e em sentir a dor da agulha no início para ter a certeza que elas ficarão bem fechadas e garantir que não voltarão abrir no futuro.

Também sabemos que os atores precisam de tempo quando tudo acaba para se preparar antes de oferecer uma nova função e se querem garantir uma representação de qualidade. Do mesmo modo o nosso coração, esgotado desde a finalização do último acto de amor, demanda um período calmo para descansar e um momento de preparação e reflexão para aprender dos erros da última função antes de voltar subir aos cenários.

Porque mesmo se no início do caminho poderia parecer impossível o resultado final, mesmo se são muitos os atores que teremos de despedir na nossa vida, se gostamos do teatro creremos novamente. E nesse sentido, veremos lógico e necessário passar pelo desamor como caminho para poder encontrar o verdadeiro amor. 

jueves, 30 de noviembre de 2017

Una de Black Friday

Amanecía el Black Friday de color gris nostalgia. La madre de Jhon me recibió con  tostadas. Bendijo la mesa con su juego de cartas de siempre. Me besó en la mejilla antes de salir de casa, porque nunca se sabía lo que el Señor nos tenía preparado, decía la mujer.


Me zambullí en el tablero de hormigón de Carmena y viajé al pasado por los pasillos del Thyssen. Desvirtualicé una amistad y la rebauticé en el mundo de los mortales con un sentido abrazo.


De comer, paella de recuerdos con trozos de pollo y una caña de las que reviven cerebros dormidos y refrescan paladares secos. De postre varias dosis de multitudes alocadas flotando entre precios irrisorios. El resultado, una camisa descontada del 45% y mi energía al menos 25.


La noche y yo nos volvimos siameses a las siete de la tarde. Jugué a contar a bombillas de Navidad mientras el aire frío se caldeaba con la sabia voz de un antiguo locutor de radio, ya familiar para mis oídos. Bailamos un tango turístico por las calles principales y apagamos la brújula para perdernos y dejar que la ciudad llevase el timón de nuestros pasos.


A las nueve mi tv dejó de retransmitir el canal Historia y pasó al de cocina. La cena se gestó en fogones madrileños pero me supo a cocina portuguesa con virutas de Alcorcón central. Bailaron sobre la mesa temas variopintos en distintas direcciones hasta que la espuma de la cerveza tocó el fondo del vaso.


Y a partir de ahí los bares de Madrid hicieron el resto hasta que la noche se diluyó en la mañana, las sábanas me engulleron y el reloj dictaminó el fin de un viernes dilatado. Va a ser cierto aquello de que el negro sienta bien.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Encuentros bajo el aguacero

Llueve.
Llueven palabras
Llueve.
Llueven mensajes,iconos, propuestas.
Llueve.
Llueven miradas, llueven sonrisas, llueven silencios.
Llueve.
Llueve y llueven aromas, llueven caricias, llueven nervios.
Llueve.
Llueve, lluvia que roza, lluvia que besa, lluvia que quema.
Llueve.
Llueve y sigue lloviendo sobre nosotros.
Llueve.
Llueve sobre dos cuerpos mojados.
Llueve.
Lluvia que diluvia.
Llueve.
Llueve que resbalan las manos.
Llueve.
Llueve, por Dios que no pare.
Llueve.
Llueve presente, llueve futuro, llueve infinito.
Llueve.
Llueve calma sobre nosotros.
Llueve.
Llueve tiempo, llueve lento, llueve bueno.
Llueve.

Y llueve, pero a veces truena.
Y llueve.
Y llueve pero luego pasa y llueve y limpia.
Y llueve.
Y llueve y lloro.
Y llueve.
Y llueve de lado y empapa y enfría.
Y llueve.
Y llueve que asoman relámpagos inevitables.
Y llueve.
Y llueve que caen palabras grandes, reprimidas, voraces, malsonantes.
Y llueve.
Y llueven aguaceros de lenguas afiladas en continua lucha.
Y llueve.
Y llueven ofensas que se comen los silencios y que la lluvia no tapa por intensa que sea.
Y llueve.
Y llueve sucio.
Y llueve.
Y llueve y apenas se va una tormenta estalla otra que trae consigo más lluvia.
Y llueve.
Y llueve un llover tedioso, marchito, pagano.
Y llueve.
Y llueve realidad con recuerdos.
Y llueve.
Y llueve y se entremezcla la lluvia de antes con la de ahora, la de siempre, la nuestra, la de ninguno.
Y llueve.
Y llueve que tú ya no eres tú ni yo soy yo ni yo te busco ni tú me buscas, ni nos encontramos.
Y llueve.
Y llueve que alguien se harta de que llueva y se queda encerrado en casa.

Y todavía llueve.
Y todavía llueve que suena, nervioso, el teléfono, intentando hablar de sol entre tanta tormenta, pero ya solo se oye llover.
Y todavía llueve y son tantos los charcos entre tu cabeza y la mía que ya no consigo llegar.
Y todavía llueve mientras intento olvidarte y resbalan por mi cristal gotas que dibujan tus iniciales.
Y todavía llueve y se empaña mi mundo y quizás el tuyo y desde aquí ya no sé ve nada.
Y todavía sigue lloviendo que llueve y requetellueve, que ya solo huele a lluvia. A lluvia cansina, a lluvia incesante, a lluvia vieja, a lluvia de mierda, a lluvia de luto.

Y aún Llueve, joder.
Llueve.
Y Llueve.
Y todavía llueve.
Llueve.
Y llueve.
Y todavía llueve...

...Hasta que un día el cielo se pare y me conceda una tregua. 
...Hasta que poco a poco el suelo se agriete y, con él, tu estela. 
...Hasta que se vaya secando el duro aguacero de nuestra historia. 
...Hasta que se entremezcle la ficción de mi cabeza con tu recuerdo.

Y entonces… Entonces por fin ya no lloverá. 

miércoles, 1 de noviembre de 2017

A origem do silêncio

No Dia de Finados
morreram as saudades.

Alguém que amava até doer
teve de enterrar viva à  lembrança  do seu amor para poder continuar.

Ouviu-se barulho no cemitério:
centos de lágrimas a bater no chão,
a esconder o som dos latidos no caixão.

A missa foi curta:
palavras como agulhas a magoar o ar,
a repeter por última vez seu nome.

Depois, já só houve silêncio.

martes, 17 de octubre de 2017

El prestidigitador de ondas

Dicen quienes lo conocieron que sus ojos eran verdes como la tierra que pisaba, que le gustaba pasar las mañanas de septiembre tirado en el césped, haciendo la fotosíntesis con los brazos en cruz. Se drogaba cuando podía con aquellos chutes de vitamina D antes de irse al trabajo y cambiar el sol por un foco en la penumbra y un puñado viejos LP.

Su voz era azúcar para oídos solitarios y vibraba sutilmente desgranando su particular dulzor. Sacaba a pasear sus ideas a la hora del té y plegaba sus cuerdas vocales poco antes de que la Cenicienta tocase sábana. Era locutor de una radio local, allí donde los ecos tiñen de fado paredes revestidas de azulejo. Con soberana parsimonia conseguía rellenar como nadie el vacío mediante aquella infalible macedonia de palabras y silencios. Una partitura improvisada de notas mentales que, sin embargo, casaban a la perfección cuando tocaban el aire y hacían de cada tarde una música diferente.

Su nombre tenía tantas letras como euros nos darían por mil pesetas. Su compañía, definitivamente, valía más. 

Dicen que el día en que se apagó en un accidente de avión fue tal la pobreza del aire que los oídos de sus oyentes sangraron. Y por eso ahora, cada vez que nos sometemos a un salto brusco de presión, nuestros tímpanos le rinden homenaje mediante un nostálgico chirrido.

domingo, 15 de octubre de 2017

A relaxing cup of café con leche (y hielo)

Hora de comer al pie del barrio Pan Bendito. La mamá de Jhon ha preparado estofado con arroz para nosotros. En el siguiente orden, nos ha abierto casa, nevera y corazón. Madrid en octubre sabe a yuca guisada, a paseos al atardecer, a una vieja Canon inmortalizando el asfalto aún caliente. Madrid sabe a compota de recuerdos con vivencias sin tapujos.

Podría parecer que todo está tan congelado como los alquileres de renta antigua, pero en verdad  ha cambiado. El viejo Tío Pepe está al borde del parraque, el Primark se ha convertido en el nuevo Retiro y el peatón de los semáforos se ha echado novio, porque allí ya no hay nadie Callao, porque PLURAL se grita con mayúscula y no solo de calamares vive el hombre madrileño.

Dicen algunos gatos que la Gran Vía se queda pequeña, que a Colón ya no le desfilan en su cumpleaños y que en la plaza de Olavide nacen los amores furtivos. Otros dicen que en la mítica calle de las putas siguen vendiéndose cuerpos, pero ya no cerveza. 

Puestos a perderse, no hay mejor sitio para quedarse sin móvil en una ciudad en la que todo comunica. Que se lo digan a Amenábar, que se dedica a pasear por allí como si nada, tratando de guionizar con la mirada todo aquel escenario de corte almodovariano, no vaya a ser que alguien se le adelante.

Parece que fue ayer cuando me tomé un café con Madrid.

jueves, 5 de octubre de 2017

Al zoo lo llaman Tínder y a Julieta la mató un leopardo...


Dicen que el amor es como un leopardo. De lejos todo parece un bonito juego de formas estampado sobre un lienzo color arena, que nos cautiva por la rapidez con que llega, por la sutileza con que se mueve, por el olor a exótico, a peligroso, a yo qué sé.

De cerca, en cambio, a cada paso que damos empiezan a ser más patentes todas y cada una de sus motas, de las particularidades que hacen su lienzo único, del historial de manías tatuadas en la piel, de las heridas cicatrizadas que ya nunca más serán invisibles. Y resulta que esas motas negras ni son tan bonitas ni en verdad suenan a nuevo: parece que vista una, vistas todas, incluso es fácil encontrar un patrón que se repite. Y, entre todas esas manchas, a una distancia prudente aún se perfila un camino virgen aunque cada vez más fino, un hilillo de agua fresca que salta entre esas pesadas rocas atrayéndonos a la esperanza de lo transparente, pidiéndonos no tener miedo, sugiriéndonos avanzar.

Y cuanto más acercamos nuestra lupa, más imposible resulta tener una visión completa del leopardo con un simple golpe de vista, de manera que sin un esfuerzo por nuestra parte ya no sabemos qué va antes y qué va después, dónde está la cabeza y dónde la cola, cómo empezó todo. Porque estamos tan cerca del indomable y lo sentimos tan a flor de piel que ya no vemos en perspectiva, solo a través de nuestra realidad aumentada. Y a partir de ahí, oh cielos, hay solo dos caminos: o elegimos enfocar el hilillo de agua y nos tiramos a la piscina más refrescante de nuestra vida sin temer a las piedras o nos paramos y nos quedamos embobados analizando la parte de piel oscura, pero entonces ya solo veremos mancha.

Siendo la sociedad muy sabia y habiendo ya oído hablar de leopardos tan intensos que incluso a veces matan, hay quien se quiere tanto que prefiere no salir de casa a conocer mundo, que hace oídos sordos a la idea de realizar viajes extravagantes por África, por si los leopardos. Por otro lado, en cambio, tenemos los curiosos que reservan para un día de zoo porque tienen curiosidad por saber lo que es un leopardo, pero mejor detrás de una valla y al final del día si te he visto no me acuerdo. Y luego están ya los osados Premium que pagan un espectáculo privado de circo monitorizado para satisfacer su placer un viernes por la noche, sin importarles la calidad del evento ni si el leopardo lo recuerda de algún otro show precedente. Pero sobre todo es de alabar la cuarta categoría de ser humano, el valiente domador, quien decide aceptar el reto de adentrarse en la sabana, mirar a los ojos al peligro e ir a echarle de comer a la fiera cada día. Seguramente este último se llevará para siempre el mayor cariño y la mayor compenetración que pueden llegar a generar un animal con cinturón y otro tan salvaje e imprevisible como es el amor. Eso sí, siempre a riesgo de cobrar unos cuantos arañazos por aquello de medir mal las distancias. Gajes del oficio.


Os lo digo yo, que de amor no entiendo una mierda y de animales ni puta idea.