No contento
con ser rubio y de ojos azules, naciste en año bisiesto porque querías ser más
que nadie. De haber ocurrido unas décadas antes habrías salido en la portada de la Interviú de la familia de Hitler. Pero no, tú
eras más de prensa rosa barata, de dimes y diretes. Casi como si tuvieras una mascota,
sacabas tu lengua a pasear al menos tres veces al día, normalmente para reírte
de la desgracia ajena, pronunciando discursos tan vacíos que ni Google
Translator se molestaría en analizar.
Pero a pesar
de todo causabas sensación. Bastaba mover un dedo y ya tenías a la Reina de
Inglaterra en bragas. Conseguías nublar hasta la mente del más estudiado con
esa sonrisa a dieta de blanqueador y esa manera de peinarte el flequillo con la
mano. Y lo peor es que lo sabías. Eras totalmente consciente
del fenómeno fan que causabas y lo utilizabas continuamente a tu conveniencia
para pedir, criticar, denostar, exigir, silenciar, coaccionar. Por no mencionar
tu especial manía por copiar el historial de ligues de los demás.
Por lo visto
te falló un paréntesis en la ecuación y te olvidaste de que quien pone el punto
final a la frase es el tiempo. Sin haberte dado cuenta ya habías abierto una
hipoteca con él apenas saliste del vientre de tu madre, con fecha de caducidad
irrevocable. Por desgracia para ti no supiste leer en las sombras que tu peor
enemigo te perseguiría hasta agotar tu aliento y que te la tendría siempre
guardada. Que poco a poco conseguiría ir derrocando tu imperio con manchas en
piel, arrugas en la cara, caries en los dientes, canas en el pelo, joroba en la
espalda. Y que tú tratarías en vano de explotar desesperado todas y cada una de
aquellas pequeñas espinillas en tu autoestima de hierro, acabando sin remedio
más apolillado que la madera.
Y de repente
allí ibas a estar, plantado frente al espejo tratando de comprender aquel reflejo
mezquino, aquella maldad visual que superaba a la de tus entrañas, aquella
bilis gráfica más pestilente que la de todas tus palabras juntas. Quizá ya sería tarde para replantearse las cosas, ¿no? Seguro que de haberlo visto venir habrías preferido nacer sietemesino, bajo y con hipertiroidismo. Al menos habrías llegado a la meta con un camino de autodefensa o brazos
amigos a los que poder acudir.
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