Decidí plantar una palmera porque palmera significa sol, sal, mar, aire.
Palmera significa diferente. Palmera son historias con sabor a verano y a
playa, son tardes de domingo junto al muelle o viernes de barbacoa en la casa
indiana de Llanes.
Decidí plantar una palmera porque ambos crecemos siempre con la cabeza alta
y la mente en verde, pese a cargar con un pasado marchito y lleno de
recovecos que pinchan si nos los tocan. Porque los dos nos erigimos sobre un tronco de
historias de inicio fresco y final puntiagudo que, lejos de derrotarnos, nos
dan fuerza y nos levantan cada vez más alto. Y lo más rimbombante de todo es
que, a pesar de las espinas aún conseguimos dar fruto, unas veces más
provechoso que otras, claro está: en ocasiones simplemente se quedan en
proyectos colgantes, en ideas abortadas que emergen de nuestro coco y que nadie
en su sano juicio se comería.
Decidí plantar una palmera porque, sin ser la más fuerte, resiste los
vendavales. Porque, sin ser la mejor sombra, nunca te negará cobijo. Porque sin ser la
más bonita siempre habrá alguien a quien le resulte un tanto atractiva. Y,
sobre todo, porque sin ser la más importante, terminará consiguiendo de todos modos
ganarse un lugar de respeto y que la gente se acuerde el día en que falte de que
ahí, antiguamente, había una palmera.