viernes, 10 de febrero de 2017

Déjà vu

En Portugal Febrero se escribe con uve de viento. Abrigos pegados al cuerpo, legañas en los ojos, sopa en el plato. Sabrina ha venido de visita y cuenta cosas. Oímos llover, hace ya rato. Dos años sin vernos. La tarde me sabe a café y letargo, a pasados presentes con bizcocho de coco. Sabrina oye, sabe, sorbe, mira, asiente. Ojea todo por primera vez pero mira sin ver, con los pies fríos. Parece que ha sufrido en su larga hibernación francesa. Camina torpe por la calzada portuguesa como si anduviese por inercia. Ni el mejor de los licores consigue calentarla y sus gestos se apagan hasta parecer un cuerpo inerte. Hace tiempo que no dejó de pensar en un ojalá o en un pronto. Hace tiempo que no sueña con los cálidos veranos en Italia. Ahora solo sigue mecánicamente el dictado de una rutina escrita hace tiempo con caligrafía adolescente. Tendré que llevarla a alguna tienda de regalos, de esas escondidas en los callejones del puerto. A ver si se compra un paquete de naipes nuevo y vuelve a jugar a la vida.

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