domingo, 19 de marzo de 2017

Vivir en tropical

Decidí plantar una palmera porque palmera significa sol, sal, mar, aire. Palmera significa diferente. Palmera son historias con sabor a verano y a playa, son tardes de domingo junto al muelle o viernes de barbacoa en la casa indiana de Llanes.

Decidí plantar una palmera porque ambos crecemos siempre con la cabeza alta y la mente en verde, pese a cargar con un pasado marchito y lleno de recovecos que pinchan si nos los tocan. Porque los dos nos erigimos sobre un tronco de historias de inicio fresco y final puntiagudo que, lejos de derrotarnos, nos dan fuerza y nos levantan cada vez más alto. Y lo más rimbombante de todo es que, a pesar de las espinas aún conseguimos dar fruto, unas veces más provechoso que otras, claro está: en ocasiones simplemente se quedan en proyectos colgantes, en ideas abortadas que emergen de nuestro coco y que nadie en su sano juicio se comería.

Decidí plantar una palmera porque, sin ser la más fuerte, resiste los vendavales. Porque, sin ser la mejor sombra, nunca te negará cobijo. Porque sin ser la más bonita siempre habrá alguien a quien le resulte un tanto atractiva. Y, sobre todo, porque sin ser la más importante, terminará consiguiendo de todos modos ganarse un lugar de respeto y que la gente se acuerde el día en que falte de que ahí, antiguamente, había una palmera.

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