lunes, 29 de mayo de 2017

Indicios caducos del triunfo de la humanidad

Nada como el dolor de piernas después de una noche entera bailando. Nada como las agujetas en la barriga de tanto reír, el escozor en los labios de la sal de las pipas, la marca del sol de verano en la piel.

Nada como los escalofríos que siguen a un beso en el cuello, la resaca tras la cerveza, el olor a perro mojado en las manos los domingos de mascota y lluvia.

Nada como el dolor de muñecas en las tardes de fútbolín, las marcas de tinta en la mano tras clavar un examen o el pitido de oídos al despegar para viajar lejos.

Nada como acumular en el cuerpo la suma de esas reminiscencias de placer, de esos dolores indoloros que trazan una felicidad efímera que todos desearíamos congelar.

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