domingo, 7 de mayo de 2017

Reencuentros en la sombra

Dicen que valientes y cobardes comparten insomnio. El valiente porque no consigue aparcar la marabunta de ideas que lo invitan a mejorar cada cosa de este mundo, a buscar un por qué, a luchar por lo que quiere sin conformarse con lo que le rodea. El cobarde porque, en cambio, no tiene ninguna pretensión de buscar alternativas, ya que básicamente es incapaz de hacerlo, no tiene el cromosoma determinación y ello le genera ansiedad.

Valiente y Cobarde comparten vela y se miran desafiantes mientras esta se consume lentamente en el tiempo entre ellos. Cobarde desearía poder ser Valiente por tan solo un minuto para soltar al viento toda esa retahíla de despropósitos que le oprimen el pecho cada noche cuando se mete entre las sábanas. Valiente, sin embargo, le robaría su parsimonia aunque fuera un cuarto de hora para vaciar su mente y abandonar esa crítica suicida contra la sociedad de este mundo.

Pero en el fondo a Valiente le gusta ser Valiente y tener sus conflictos diarios y sufrir por sacarlos adelante y disfrutar después del éxito personal con la lengua fuera, porque para él el sudor vale más que el dinero y es lo que lo mantiene con vida. Y por supuesto a Cobarde le encanta sentirse protegido en su burbuja estandarizada, en el más vale olor a rancio conocido que colonia por conocer. Será que, a pesar de todo, el conformismo lo acerca más a la realidad, es más palpable y ayuda a no pegarse la hostia, mientras que el resto son sueños intangibles, son saltos en paracaídas a veces con caída acertada, sí, pero otras con la tela rasgada y final desafortunado.

Si vale la pena el riesgo o no, eso nunca podremos medirlo con objetividad. Valiente siempre será valiente y Cobarde siempre será cobarde. El primero te insistirá en que sí y el segundo hará un gesto negativo con las manos. Quizá por ello se envidien y se admiren al mismo tiempo. Y pasarán años, décadas o siglos, que nunca conseguirán entenderse ni saber si están mejor solos o acompañados. 

Seguramente ambos sufren la incomprensión del otro, cada uno a su manera, pero lo que está claro es que Valiente la detecta mucho antes y la siente más suya, más intensa; se la lleva a su terreno y la analiza por todos lados a la luz de la vela tratando de hacerse una composición mental del prisma. Para cuando Cobarde se dé cuenta seguramente ya se habrá consumido la cera, lo que no quiere decir que le preocupe menos, pero es que el pobre siempre ha suspendido en Geometría y no es hábil resolviendo complicaciones. Cuando esté preparado para recuperar la materia, Valiente ya se habrá dormido de la extenuación, habiendo agotado toda la casuística del problema y clasificado el examen en un archivo de su cabeza. De hecho, conociéndolo, ya se habrá dormido poniéndole nombre a  la carpeta que archivará el siguiente dilema.

Sea como fuere,  al menos Valiente se dormirá satisfecho en su agotamiento y conciliará el sueño con una sonrisa en los labios tras haber intentado lo imposible, mientras que Cobarde seguirá con los ojos abiertos cuando la vela se apague y acumulará durante toda su vida el miedo a lo que pudo haber sido y no fue, el miedo a tener que batallar sin armas emocionales con las sombras de su pasado.

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